Historia de la Mesoterapia (II)

© Dr. Ignacio Ordiz – continúa desde Historia de la mesoterapia (I)

Nacimiento de la Mesoterapia.

El Dr. Michel Pistor y el zapatero de Bray-Lu

Cuando el Dr. Pistor comenzó su carrera profesional en el pueblecito francés de Bray Lu, ya conocía por mediación de su profesor el Dr. Level la existencia de técnicas inyectivas locales. Por otra parte inició su andadura profesional en la época en que la utilización de la procaína con fines terapéuticos distintos a los derivados de sus propiedades anestésicas estaba en auge.

No debe extrañarnos, por tanto, que cuando el Sr. Parrè, zapatero del pueblo, acudió a la consulta del joven Dr. Pistor aquejado de una crisis asmática, éste optara por administrarle 10 cc de procaína 2% intravenosa ya que no era una práctica en absoluto extraordinaria y estaba justificada por las propiedades espasmolíticas que posee la procaína: el Dr. Pistor buscaba la broncodilatación que aliviase al paciente.

Pero lo que hubiese pasado desapercibido para una persona no avezada fue el hecho adicional que refirió al día siguiente su asombrado paciente, el cual comentó al joven médico que después de la inyección de procaína había vuelto a escuchar las campanadas de su carillón, cosa que no ocurría desde hacía más de 40 años puesto que estaba totalmente sordo.

Desgraciadamente ese feliz acontecimiento fue mitigándose de forma progresiva hasta casi volver a la normalidad del silencio acostumbrado, por lo que acudía de nuevo a la consulta para que le inyectase una nueva dosis de aquel “milagroso” producto.

El zapatero Jules Parré, primer paciente que recibió mesoterapia

Pistor reconoció en este hallazgo la prueba evidente de un estímulo neurosensorial que se podía añadir a los efectos conocidos del fármaco. Decidió entonces experimentar con el objetivo de conseguirlo nuevamente, pero esta vez el zapatero no recibió la dosis de procaína en la vena humeral si no que, en base a los conocimientos de inyecciones localizadas transmitidos por su antiguo profesor, optó por inyectar el fármaco en la zona mastoidea. El zapatero recuperó de forma transitoria su capacidad auditiva y gracias al contacto con el público obligado por su trabajo, y entusiasmado con el resultado obtenido, la consulta del joven Dr. Pistor se fue llenando de pacientes con deficiencias auditivas que acudía en masa para ser tratados.

Pistor iba observando en sus pacientes que si bien las ganancias de audición no eran constantes ni duraderas, ciertas patologías que se asociaban a la sordera, como vértigos, tinitus, mareos, etc., o que se localizaban en las proximidades de las zonas periauriculares, como artrosis de la articulación témporo-mandibular, placas de alopecias, cefaléas, presbicias, etc., mejoraban de forma paralela.

Una vez más los árboles no impidieron a Pistor ver el bosque y comprendió que la administración local de medicamentos permitía obtener mejorías importantes en distintas entidades nosológicas. Con la visión que nos permite la Historia es fácil comprender que si obtenemos mejoría de, por ejemplo, una artrosis de la articulación témporo-mandibular administrando los medicamentos en su proximidad, para obtener la mejoría de una artrosis de rodilla deberemos de realizar la administración de los remedios elegidos en la proximidad de la articulación afectada. ¡Era lógico! Y siguiendo esta lógica fue como el Dr. Pistor fue acumulando experiencias sobre el uso de la procaína, comprobando cómo el modo de administración local que estaba empleando lograba mejorías más duraderas por lo que los pacientes requerían nuevas dosis en periodos de tiempo cada vez más distanciados, como si la forma de administración aumentase de forma notable el valor terapéutico de la procaína.

El joven Doctor Pistor

Recogió sus experiencias durante 6 años al cabo de los cuales, ayudado por un colega dermatólogo, vecino estival y conocedor de la respuesta terapéutica obtenida por el joven médico utilizando de forma un tanto sui generis la procaína, pudo transmitir los resultados a la clase médica francesa publicando en La Presse Medicale del 24 de junio de 1958 su trabajo-resumen sobre las nuevas propiedades de la procaína aplicada en patología humana. Puesto que la observación clínica le había llevado a relacionar la profundidad de inyección con el incremento del efecto beneficioso del medicamento, y debido a que éste se administraba por vía intradérmica (derivada de la segunda hoja blastodérmica, el mesodermo) y actuaba sobre órganos que tenían ese mismo origen embriológico, definió su técnica con el nombre de “Mesoterapia” y simplificó su definición con el aforismo “poco, pocas veces, en el lugar adecuado”.

“Poco” hace referencia a la poca cantidad de procaína que se necesitaba para obtener una respuesta terapéutica; “pocas veces” se justifica porque la procaína administrada adquiere un valor terapéutico adicional, manteniendo su efectividad durante más tiempo y permitiendo su administración más distancia al ver potenciados sus efectos; “en el lugar adecuado” resume la idea original de acercar lo más posible el fármaco al órgano afectado, pero siempre administrándolo en la zona cutánea y no en profundidad, aunque posteriormente, en 1998 el propio Pistor apunta la posibilidad de utilizar agujas más largas (hasta de 15 cm) para inyectar pequeñas cantidades de medicamentos en órganos o estructuras anatómicas profundas afectadas por neoplasias.

La novedosa técnica fue introduciéndose de forma progresiva como terapéutica habitual, añadiéndose medicamentos al exiguo arsenal terapéutico inicial y comprobando cómo el potencial terapéutico de los mismos se incrementaba notoriamente al ser administrados por esta vía. Fue bien acogida por los veterinarios, los cuales sumaron sus experiencias y resultados en pacientes irracionales de tal forma que la buena aceptación por este grupo sanitario llevó al Dr. Pistor a la cátedra de Cirugía de la Escuela de Veterinaria de Alfort, y de esta relación con el mundo veterinario surge la aguja clásica de mesoterapia, la denominada aguja de Lebel (en honor a su mentor) que deriva de la aguja empleada para tuberculinizar vacas, que fue adoptada por tener unas dimensiones apropiadas para efectuar las inyecciones intradérmicas.

Con el paso de los años los pioneros de la técnica se fueron agrupando entorno al Dr. Pistor hasta que surgió la Sociedad Francesa de Mesoterapia. De forma imparable la técnica fue extendiéndose como algo natural por los distintos países europeos, principalmente los latinos, y día a día avanza inexorablemente demostrando sus beneficios a todo el mundo. Actualmente está causando verdadero furor en los países anglosajones, principalmente en los EEUU.